Japón se rindió en la Segunda Guerra Mundial después de que los Aliados lanzaron dos bombas atómicas en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. La destrucción masiva causada por estas armas dejó en claro la superioridad tecnológica y militar de los Aliados, lo que llevó a Japón a considerar seriamente la rendición. Además, la invasión soviética de Manchuria y la retirada de las tropas alemanas en Europa habían debilitado la posición militar de Japón en Asia y Europa. Finalmente, el Japón se rindió incondicionalmente el 15 de agosto de 1945, lo que marcó el final de la Segunda Guerra Mundial.
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