Este es el texto que una señora de Madrid, Ana María, envió
a Radio Nacional de España para que lo leyera en uno de sus programas:
Desde que las insignias se llaman pins, los maricones gays,
las comidas frías lunchs, y los repartos de cine castings, este país no es el
mismo: ahora es mucho, muchísimo mas moderno.
Antaño los niños leían tebeos en vez de comics, los
estudiantes pegaban posters creyendo que eran
carteles, los empresarios hacían
negocios en vez de business, y los obreros, tan ordinarios ellos, sacaban la
fiambrera al mediodía en vez del tupper-ware.
Yo, en el colegio, hice aerobic muchas veces, pero, tonta de
mí, creía que hacía gimnasia. Nadie es realmente moderno si no dice cada día
cien palabras en inglés. Las cosas, en otro idioma, nos suenan mucho mejor.
Evidentemente, no es lo mismo decir bacon que panceta, aunque tengan la misma
grasa, ni vestíbulo que hall, ni inconveniente que handicap...
Desde ese punto de vista, los españoles somos modernísimos.
Ya no decimos bizcocho, sino plum-cake, ni tenemos sentimientos, sino feelings.
Sacamos tickets, compramos compact-disk, comemos sandwiches, vamos al pub,
practicamos el rappel y el rafting, en lugar de acampar hacemos camping y,
cuando vienen los fríos, nos limpiamos los mocos con kleenex.
Esos cambios de lenguaje han influido en nuestras costumbres
y han mejorado mucho nuestro aspecto. Las mujeres no usan medias, sino panties
y los hombres no utilizan calzoncillos, sino slips, y después de afeitarse se
echan after shave, que deja la cara mucho mas fresca que el tónico.
El español moderno ya no corre, porque correr es de
cobardes, pero hace footing; no estudia, pero hace masters y nunca consigue
aparcar pero siempre encuentra un parking. El mercado ahora es el marketing; el
autoservicio, el self-service; el escalafón, el ranking y el representante, el
manager. Los importantes son vips, los auriculares walkman, los puestos de
venta stands, los ejecutivos yuppies, las niñeras baby-sitters, y hasta
nannies, cuando el hablante moderno es, además, un pijo irredento.
En la oficina, el jefe esta siempre en meetings o brain
storming, casi siempre con la public-relations, mientras la secretaria envía
mailings y organiza trainings; luego se irá al gimnasio a hacer gim-jazz, y se
encontrará con todas las de la jet, que vienen de hacerse liftings, y con
alguna top-model amante del yogourt light y el body-fitness. El arcaico
aperitivo ha dado paso a los cocktails, donde se jartan a bitter y a roast-beef
que, aunque parezca lo mismo, engorda mucho menos que la carne.
Ustedes, sin ir más lejos trabajan en un magazine, no en un
programa. En la tele, cuando el presentador dice varias veces la palabra OK y
baila como un trompo por escenario la cosa se llama show, bien distinto, como
saben ustedes, del anticuado espectáculo; si el show es heavy es que conlleva
carnaza y si es reality parece el difunto diario El Caso, pero en moderno.
Entre medias, por supuesto, ya no ponen anuncios, sino spots
que, aparte de ser mejores, te permiten hacer zapping. Estas cosas enriquecen
mucho. Para ser ricos del todo, y quitarnos el complejo tercermundista que
tuvimos en otros tiempos, solo nos queda decir con acento americano la única
palabra que el español ha exportado al mundo:
La palabra SIESTA.
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